LA
ORACIÓN QUE PREVALECE
"La oración eficaz del justo puede
mucho." (Santiago 5:16.)
1. Hay dos clases de medios necesarios
para fomentar un avivamiento: el uno es influir en los hombres; el otro influir
en Dios. La verdad es empleada para influir en de mover a Dios no quiero decir
que la mente de Dios se cambie por la oración, o que se cambie su disposición
de carácter. Pero la oración produce un cambio tal en nosotros que hace
compatible para Dios que haga lo que de otro modo no sería compatible. Cuando
un pecador se arrepiente, este estado de sentimiento hace apropiado que Dios le
perdone. Dios siempre ha estado dispuesto a perdonarle bajo estas condiciones,
de modo que cuando el pecador cambia sus sentimientos y se arrepiente, no se
requiere ningún cambio de sentimiento en Dios para perdonarle. Es el
arrepentimiento del pecador que hace posible su propio perdón, y es la ocasión
para que Dios actúe así.
2. Otros yerran en la dirección
opuesta. No que se pueda hacer demasiado énfasis en la oración. Pero pierden de
vista el hecho de que la oración, cuando es ofrecida por sí misma, aunque se
hiciera para siempre no daría ningún resultado.
Algunos van a sus cuartos solos
"para orar" simplemente porque "han de decir sus
oraciones". Ha llegado la hora en que tienen el hábito de orar, sea la mañana,
el mediodía o cuando sea. Pero, en vez de tener algo que decir, no hay nada
definido en su mente, y oran según les vienen las palabras, lo que flota en su
imaginación en aquel momento, y cuando han terminado apenas se acuerdan de lo
que han dicho. Esto no es oración efectiva.
3. Para orar de modo efectivo has de
orar con sumisión a la voluntad de Dios. No confundas la sumisión con la
indiferencia. Son muy distintas. Conocí a un individuo que vino a un lugar en
que había un avivamiento. El estaba frío, y no entró en el espíritu del mismo,
y no tenía espíritu de oración; y cuando oyó que los hermanos oraban como si no
se les pudiera negar lo que pedían, se sobresaltó de su atrevimiento, y siguió
insistiendo en la importancia de orar con sumisión; cuando era evidente que
confundía la sumisión con la indiferencia.
4. Mientras no conocemos la voluntad
de Dios, el someterse, sin oración, es tentar a Dios. Quizá, aunque no lo
sepamos, el hecho de que ofrezcamos la clase adecuada de oración puede ser lo
que da lugar a que cambie el curso de las cosas. En el caso de un amigo
impenitente, la importunidad y fervor de tu oración puede muy bien ser lo que
le salve del infierno.
5. La oración que prevalece se ofrece
hoy día, cuando los cristianos se han enfervorizado hasta un punto de
importunidad y santo atrevimiento que cuando miraron hacia atrás después, se
asombraron de que se hubieran atrevido a ejercer tal importunidad ante Dios. Y
con todo, estas oraciones suyas habían prevalecido y obtenido la bendición. Y
muchas de estas personas, con las cuales tengo amistad, se hallan entre las más
santas que he conocido.
6. La tentación a motivos egoístas es
tan fuerte que hay motivo para temer que las oraciones de muchos padres nunca
se han elevado más allá de deseos de ternura paterna o materna. Y ésta es la
razón por la que muchas oraciones no han sido contestadas y porque muchos
padres piadosos y que oran tienen hijos infieles. Gran parte de la oración para
el mundo pagano parece basada sólo en el principio de la simpatía. Hay
misioneros, y otros, que insisten casi exclusivamente en los millones de
paganos que van al infierno, mientras se dice muy poco de que están deshonrando
a Dios.
7. Muchos cristianos llegan a la oración
que prevalece por medio de un proceso retardado. Su mente se va llenando
gradualmente de ansiedad sobre un objeto, de modo que se dedican a sus
quehaceres suspirando sus deseos ante Dios. Como la madre cuyo hijo está
enfermo va rondando por la casa suspirando como si su corazón fuera a partirse.
Y si es una madre que ora, sus gemidos suben a Dios todo el día. Si sale de la
habitación en que está su hijo, su mente sigue todavía allí; y si está
durmiendo, sus pensamientos están sobre él, y se despierta sobresaltada en su
sueño, pensando que quizá su hijo está muriendo. Toda su mente está absorbida
en aquel niño enfermo. Este es el estado de la mente de los cristianos que
ofrecen oración que prevalece.
8. El espíritu de aquellos que han
estado en aflicción por las almas de otros, me parece a mi, no es diferente de
la del apóstol que sufría por las almas, y "deseaba él mismo ser anatema,
separado de Cristo, por amor a sus hermanos" (Romanos 9:3). No es distinto
tampoco de la del salmista (Salmo 119:53): "El furor se apoderó de mí a
causa de los inicuos, que dejan tu ley." (vers. 136): "Ríos de agua
descendieron de mis ojos, por los que no guardan tu ley." Ni del profeta Jeremías
(4:19): "¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón;
mi corazón se agita dentro de mí, no callaré; porque has oído sonido de
trompeta, oh, alma mía, pregón de guerra." Y en los capítulos 9:1 y 13:17;
y en Isaías 22:4. Leemos de Mardoqueo, cuando vio a su pueblo en peligro de ser
destruido con una destrucción eventual (Este 4:1) que "rasgó sus vestidos,
se vistió de saco y, cubierto de ceniza, se fue por la ciudad clamando con
grande y amargo clamor." ¿Y por qué hemos de pensar que las personas no
han de desesperarse cuando no pueden tolerar la consideración de la miseria de
aquellos que van a la destrucción eterna?
9. Si quieres orar de modo efectivo,
tienes que orar mucho. Se dijo del apóstol Santiago que una vez muerto,
hallaron que tenía callos en las rodillas, como las rodillas de un camello, de
tanto orar. ¡Ah, éste era el secreto del éxito de estos ministros primitivos! ¡Tenían
callos en las rodillas!
10. Si intentas orar de modo efectivo,
tienes que ofrecerlo en el nombre de Cristo. No puedes presentarte ante Dios en
tu propio nombre. No puedes pedir en tus propios méritos. Pero puedes
presentarte en un Nombre que siempre es aceptable. Ya sabemos lo que es usar el
nombre de otra persona. Si vamos al banco con un talón firmado por un
millonario, puedes sacar el dinero como si Io hiciera él mismo. Pues bien, Jesús
te da derecho al uso de su nombre. Y cuando oras en el nombre de Cristo,
significa que puedes prevalecer como si fuera El mismo, y recibir tanto como
Dios daría a Jesús si fuera El quien lo pidiera. Pero has de orar con fe.
11. Estos fuertes deseos que he
descrito son los resultados naturales de gran benevolencia y visión clara,
respecto al peligro de los pecadores. Es razonable que sea así. Si las mujeres
presentes miraran y vieran que su casa está ardiendo y oyeran los gritos de los
que están dentro, se desmayarían de horror y agonía. Y nadie se sorprendería,
ni dirían que son tontas o locas, por afligirse de tal manera. Es al contrario:
todos se extrañarían si no expresaran sus sentimientos así. ¿Por qué, pues, hay
que extrañarse si los cristianos sienten lo que he descrito, cuando ven
claramente el estado y el peligro de los pecadores? Los que nunca lo han
sentido no conocen lo que es la verdadera benevolencia, y su piedad tiene que
ser muy superficial. No quiero juzgar severamente, o hablar sin caridad, pero
afirmo que esta piedad es superficial. Esto no es crítica, sino la pura verdad.
12. Cuando los cristianos son llevados
a extremos, hacen un esfuerzo desesperado, ponen la carga sobre el Señor
Jesucristo y, simplemente, confían en El como si fueran niños. Entonces se
sienten aliviados, entonces sienten cómo el alma por la que han estado orando
está salvada. La carga ha desaparecido, y Dios parece calmar el alma con una
dulce seguridad de que la bendición será concedida. A menudo, después de que un
cristiano ha pasado esta lucha, esta agonía en oración, y ha obtenido un alivio
así, siente afectos celestiales dulcísimos que salen de él: el alma descansa
dulce y gloriosamente en Dios, y "se alegra con gozo inefable y
glorioso" (1 Pedro 1:8).
13. Estos dolores de nacimiento por
las almas crean también un notable lazo de unión entre los cristianos
fervientes y los recién convertidos. Los que se convierten son muy caros a los
corazones de los que tuvieron este espíritu de oración por ellos. El
sentimiento es como el de una madre por su primer hijo. Pablo lo expresa con
gran belleza, cuando dice: "Hijitos, por quienes vuelvo a sufrir dolores
de parto —se habían vuelto atrás, y sufría la agonía de un padre sobre su hijo
vagabundo—, estoy de parto por vosotros otra vez hasta que Cristo sea formado
en vosotros. "En un avivamiento he notado con frecuencia de qué manera los
que tienen el espíritu de oración aman a los recién convertidos. Ya sé que esto
es como si hablara de álgebra a aquellos que no lo han sentido.
14. Otra razón por la que Dios
requiere esta clase de oración es que es el único modo en que la Iglesia puede
ser preparada debidamente para recibir grandes bendiciones sin ser perjudicada
por ellas. Cuando la Iglesia está así postrada en el polvo delante de Dios, y
está en la profundidad de la agonía en oración, las bendiciones le hacen bien.
Mientras que si recibe la bendición sin esta postración profunda del alma, se
envanece y se llena de orgullo. Pero así, aumenta su santidad, su amor y su
humildad.
15. El siguiente hecho fue contado por
un pastor y yo lo oí. Dijo que en cierta ciudad no había habido ningún
avivamiento durante muchos años; la iglesia estaba casi extinguida, la juventud
eran todos no convertidos, y la desolación era general. Vivía en una parte
retirada de la ciudad un anciano, herrero, el cual tartamudeaba tanto, que era
penoso escucharle. Un viernes, estando en su fragua, solo, su mente se conmovió
por el estado de la iglesia y los impenitentes. Su agonía era tan grande que se
vio llevado a dejar su trabajo, cerrar el taller y pasar la tarde en oración.
Prevaleció, y el sábado llamó al
pastor y le dijo que convocara una "reunión". Después de algunas
dudas el pastor consintió; le hizo notar, sin embargo, al herrero, que temía
que asistirían muy pocos. La reunión iba a celebrarse aquella noche en una casa
particular grande. Cuando llegó la noche había más gente reunida de la que cabía
en la casa. Todos estuvieron silenciosos un rato hasta que un pecador rompió a
llorar, y dijo que si alguien podía orar, que orara por él. Otro siguió, y así
sucesivamente uno tras otro hasta que había personas procedentes de todos los
barrios de la ciudad que estaban bajo una profunda convicción de pecado. Y lo más
notable de todo fue que todos coincidieron en dar la hora en que el anciano
estaba orando en su taller como la hora en que fueron convictos de pecado. A
esto siguió un poderoso avivamiento. Este anciano tartamudo, pues, prevaleció,
y como un príncipe tuvo poder ante Dios.