APLICAR
LA SANGRE
En
toda la historia del pueblo de Dios, millones de animales fueron sacrificados
para la expiación de los pecados, pero la sangre de ellos no era preciosa. Los
sacrificios de Israel en el Antiguo Testamento simplemente servían para cubrir
de sangre los altares, no era arrepentimiento sino, sencillamente, una cuestión
cultural.
Supongamos
ahora que usted tiene una mesa con una mancha enorme. Cuando vienen visitas,
usted cubre la mancha con un mantel para que nadie la vea, pero la mancha
solamente está cubierta, no ha sido quitada. Este es el significado del término
"expiación" en el Antiguo Testamento, cubrir. Los ríos de sangre de
millares de animales sacrificados no eran capaces de "limpiar" de
pecados sino apenas cubrirlos momentáneamente. Eso explica el entusiasmo de
Juan el Bautista, cuando vio a Jesús acercándose a él en el Río Jordán y
exclamó: El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí
el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." (Juan 1:29, VP).
La
sangre de Jesús actúa "debajo del mantel" y detrás de cada fachada;
actúa directamente sobre los problemas y pecados de todos aquellos que ponen su
fe en Jesucristo.
Únicamente
la sangre del Cordero de Dios, tiene poder para salvar. El sacrificio de Jesús
en la cruz fue suficiente para hombres y mujeres, de todas las edades. ¡Precisamente
aquella sangre que se derramó es la que hoy destruye su dominio sobre hombres y
mujeres en todo el mundo!
LA
SANGRE DE DIOS
Cosas
aún mayores se nos revelan. La Biblia declara que la sangre de Cristo es en
realidad la sangre de Dios. Hechos 20:28 habla de "la iglesia de
Dios, que él compró con su propia sangre" (VP). ¿Cómo es esto posible,
teniendo en cuenta que Dios es Espíritu? Un espíritu no tiene carne ni sangre.
La respuesta es simple: "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros"
(Juan 1.14,).
En
el vientre de la virgen María, la deidad y la humanidad se unificaron. La
sangre de Jesús es la sangre de Dios el Hijo. Sangre divina. La sangre del Todopoderoso
es totalmente eficaz.
Dios
demostró el poder de la Sangre cuando Israel salió de Egipto. Los israelitas
debían sacrificar y comer el cordero de la pascua. Si una familia era demasiado
pequeña, podía compartir el cordero con otra familia (Éxodo 12:4).
"El
es la expiación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino por
los de todo el mundo" (1 Juan 2:2,).
SANGRE QUE HABLA
En
Hebreos 12:24 se nos dice que la sangre de Jesucristo nos habla mejor que la de
Abel. Abel fue asesinado por su hermano Caín. ¿Qué dijo su sangre y qué dice la
sangre de Jesucristo? "La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde
la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú [Caín] de la tierra, que abrió su boca
para recibir de tu mano la sangre de tu hermano " (Génesis 4:10-11).
La
sangre de Abel denunciaba muerte y asesinato, y reclamaba venganza. La sangre
de Cristo también tiñó la tierra. ¿Pero qué palabras mejores pronuncia?
¡Habla de vida, y no de muerte! La sangre de Abel es sangre de muerte, pero la
sangre de Jesús es sangre de vida. La sangre de Abel exigía venganza, pero la
sangre de Jesús ofrece perdón,
Caín
fue castigado por la muerte de Abel, pero nadie recibió castigo o sufrió por la
muerte de Cristo.
Por
el contrario, Cristo sufrió la muerte por causa nuestra. El Calvario no dio
origen a venganzas ni represalias. Cristo hizo "la paz mediante la sangre
de su cruz" (Colosenses 1:20).
Cuando
los soldados usaron martillo y clavos para sujetar el cuerpo vivo de Jesucristo
a los travesaños de madera, su sangre los salpicó. En todo el sentido de la
palabra, las manos de ellos estaban manchadas con la sangre de Cristo. Sin
embargo, Jesús continuó orando, "Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen" (Lucas 23:34). Si Dios perdonó el pecado de aquellos soldados, fue
solamente a través de esa sangre que ellos hicieron correr. "No hay perdón
de pecados si no hay derramamiento de sangre"
(Hebreos
9:22, VP), y esto es solamente por la sangre de Jesucristo.
SANGRE DE VIDA
La
sangre de Jesús produce vida. El mismo lo afirmó, "El que come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero"
(Juan 6:54).
"Beber"
es, por supuesto, una figura retórica; no es algo literal, porque Jesús aún
estaba vivo cuando lo decía. Lo que significa es apropiarse del perdón de Dios
a través de la sangre de Jesús, por la fe, y aplicar espiritualmente el poder
de su sangre a nuestra necesidad.
Y
aquí es donde la inmensidad de la obra realizada en el Calvario se nos hace
patente. Cuando la lanza, atravesando el costado de Jesús abre su corazón y de
él corren sangre y agua, también el corazón de Dios se abre. El río de vida que
fluyó sobre la cruz inició una fuente eterna de vida y de misericordia.
LA SEÑAL DE LA SANGRE INTERNA, EXTERNA,
ETERNA
Una
de las verdades más apasionantes acerca de la sangre de Jesús y que muchas
veces pareciera pasarse por alto, es que deja su señal en aquel que confía en
Jesucristo y los distingue de todos los demás.
1. La
primera señal es Interna. Se trata de la limpieza interior. Cuando un pecador
invoca el nombre del Señor para ser salvo, y acepta personalmente a Jesucristo
como su Salvador, la sangre de Jesús realiza un trabajo intenso y profundo.
Somos limpiados en nuestra alma y mente, consciente, subconsciente o
inconsciente. Esto destruye todo pensamiento o fantasía maligna. Basta de
pesadillas respecto del infierno; ahora son visiones y sueños de origen divino.
¡Qué maravilloso es soñar con Jesús! Nuestro pasado ya desapareció y Dios no se
acuerda de él. Ya no necesitamos andar removiendo el ayer, pidiendo perdón
permanentemente por lo mismo. Dios lo borró de su mente. Sin embargo, esto no significa
que ya seamos cristianos espiritualmente perfeccionados. A medida que nos
alimentamos de la Palabra de Dios el Espíritu Santo nos irá llevando progresivamente
de una dimensión a otra.
2. La
otra señal es Externa. Puedo explicar esto al estilo de la Biblia; está
prefigurada en el Antiguo Testamento y cumplida en el Nuevo Testamento. Leemos que:
"Pusieron las manos sobre la cabeza del carnero. Después Moisés lo
degolló, tomó un poco de la sangre y se la untó a Aarón en la parte inferior de
la oreja derecha, en el pulgar de la mano derecha y en el dedo gordo del pie derecho
" (Levítico 8:22-23, VP). Y éste es el cumplimiento en el Nuevo
Testamento: después que Jesús nos limpia interiormente de todos nuestros
pecados por su sangre, nosotros somos señalados exteriormente con una marca.
Así como hubo una gota de sangre sobre el lóbulo de la oreja de Aarón, sobre su
pulgar y sobre el dedo gordo de su pie, del mismo modo el creyente renacido
esta marcado con sangre. Claro está, esto no es una marca en nuestro cuerpo
físico, sino una que el cielo y el infierno pueden discernir. Satanás la
reconoce. Cuando los hijos de Dios caminan por la calle los demonios saben
perfectamente quiénes son. ¿Se imaginan esta conversación entre demonios?
"Mira, ¿ves a ese que viene allí? Tiene la marca de la sangre de Jesús en
su oreja, pulgar, y dedo gordo. ¡Pertenece a Jesucristo! Ni se te ocurra
tocarlo, para nosotros es peligroso. Anímate a tocarlo y te aseguro que tendrás
que luchar con toda una legión de ángeles que lo defenderán". Si nosotros,
los seres humanos, cuidamos lo que nos pertenece, y lo protegemos, de esto
podemos estar totalmente seguros: Dios también cuida de su propiedad. Le hemos
costado demasiado a Dios como para que nos descuide y nos perdamos. "Habéis
sido comprados por precio ", el precio de la sangre preciosa de
Jesús" (1 Corintios 6:20). Cuando Jesús se hace cargo de nuestra vida,
El nos cuida y nos protege. Mientras tanto nosotros le sigamos El no permitirá que
volvamos a ser poseídos por espíritus inmundos. "El que habita al
abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente'' (Salmo 91:1). "Y
ellos lo habían vencido por causa de la sangre del Cordero y de la palabra del
testimonio de ellos, porque no amaron sus vidas hasta la muerte" (Apocalipsis
12:11, RVA). Esta es la protección gloriosa y perfecta que el Señor ejerce
sobre sus hijos, sin cargo. "Ninguna arma forjada contra ti prosperará,
y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la
herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová"
(Isaías 54:17).
Ninguna maldición puede hacerse
efectiva contra nosotros, y no hay trabajo de brujería que pueda hacernos daño.
"Como gorrión perdido o golondrina sin nido, la maldición sin motivo
jamás llegará a su destino " (Proverbios 26:2, VP).
3. La
señal es Eterna. La señal de la sangre es permanente. Es a prueba de tiempo. No
se borra. Sin embargo, necesitamos tomar conciencia de nuestra salvación,
valorarla y continuar siguiendo a Jesús. La sangre de Jesús no significa tener
licencia para pecar. Por el contrario, Dios nos ha dado una salvación eterna, y
nosotros le pertenecemos para siempre, no solamente cuando nos sentimos bien.
¡Aleluya! Los santos señalados con la sangre llenarán el cielo, y ninguno de
ellos estará en el infierno, ni por error.
¡LO
QUE USTED DEBE HACER AHORA!
En Juan 6:37, Jesús dejó esta promesa: "al
que a mi viene, no le echo fuera". Esto lo incluye a usted, quienquiera
que sea y donde quiera se encuentre. Si usted repite la siguiente oración de lo
profundo de su corazón, Dios la oirá y la responderá, y le salvará allí mismo,
instantáneamente. Si usted aún no es un hijo o una hija de Dios, y quiere ser
limpiado de su pecado a través de la sangre de Jesús a fin de recibirlo a él
como su Salvador personal, le invito a elevar la siguiente oración desde lo
profundo de su corazón.
"Querido padre que estás en
el cielo, Vengo delante de tu presencia en el nombre de Jesús. Pongo delante de
ti todos mis pecados, problemas y vicios. Quiero que me laves ahora con la
sangre preciosa de Jesús, la cual él derramó en el Calvario. Quiero que rompas
toda atadura de pecado y todo pacto con Satanás en mi vida y en mi familia. Quiero
que me marques exteriormente con tu sangre preciosa. Quiero ser tuyo, alma,
cuerpo y espíritu, ahora y por la eternidad. Señor Jesús, pongo mi fe en ti y
solamente en ti, Tú eres el Hijo del Dios Viviente. Creo con todo mi corazón lo
que en este momento confieso con mi boca: tú eres mi Salvador, mi Señor y mi
Dios. Ahora he nacido de nuevo y soy un hijo de Dios. Lo creo y lo acepto, en
el nombre de Jesús. AMEN"
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