COMO FOMENTAR UN AVIVAMIENTO
"Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en
misericordia; haced para vosotros barbecho; porque es el tiempo de buscar a
Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia. ." (Oseas 10:12.)
Un avivamiento consiste en dos partes; por lo que respecta a la Iglesia
y lo que respecta a los no salvos. Barbecho es el terreno que ha sido arado
pero que se deja sin sembrar, y la próxima temporada de siembra necesita volver
a ser ablandado y roturado, para poder recibir el grano.
Si se quiere roturar el barbecho del corazón, hay que empezar
examinándolo y notando el estado de la mente y ver dónde estamos. Muchos
No prestan atención a su propio corazón, y nunca saben si están prosperando espiritualmente
o no; si están ganando terreno o yendo hacia atrás;
EL auto examen consiste en contemplar nuestra vida, considerar nuestras
acciones, buscar en el pasado y ver cuál es vuestro verdadero carácter. Hay que
repasarlos como el mercader repasa sus libros. La confesión general no basta.
Los pecados fueron cometidos uno a uno. EL arrepentimiento de ellos ha de ser
hecho uno a uno. Consideremos primero lo que comúnmente se llama pecados de
omisión.
1. La ingratitud. Este pecado consiste en
recibir bendiciones de Dios sin mostrar gratitud por ellos. ¿Cuántas veces has
faltado? Póstrate de rodillas y confiésalos a Dios y pide perdón. El mismo acto
de confesión te traerá otros pecados a la memoria. Haz esto tres o cuatro veces
y verás el número asombroso de misericordias por las cuales no has dado nunca
gracias a Dios.
2. Falta de amor a Dios. Piensa cómo te sentirías
agraviado si descubrieras que el afecto de los tuyos, tu esposa, tu marido, tus
hijos, flaqueara; si vieras que su mente se desvía de ti y piensan en otra
persona. Quizá te sentirías morir de celos. Pues bien, Dios es un Dios celoso;
y tú no le has dado todo el corazón, sino que le has ofendido entregando tu
corazón a otros amores. ¿No crees haberle ofendido?
3. Descuido de la Biblia. Anota los casos en que quizá durante semanas, o
más, no has leído la Palabra de Dios. Algunos, leen capítulos enteros de tal
forma que después no pueden ni decir lo que han leído.
4. Incredulidad. Recuerda los casos en que has puesto en duda la
veracidad del Dios, pues esto es incredulidad en sus promesas y declaraciones
expresas. Dios ha prometido dar el Santo Espíritu a los que se lo pidan. ¿Crees
tú esto? ¿Lo has pedido? ¿Has esperado que El te conteste?
5. Descuido de la oración. Piensa en las ocasiones en que
has descuidado la oración privada, la oración familiar y las reuniones de
oración; o que has orado de tal manera que has agraviado y ofendido a Dios aún
más que si no hubieras orado.
6. Descuido de los medios de
gracia. Cuando has permitido que, con
excusas, tu descuido de asistir a las reuniones quedara justificado en tu
mente; cuando has sentido desprecio sobre los medios de salvación meramente por
no gozar en el cumplimiento de tus deberes espirituales.
7. La manera en que has
ejecutado tus deberes. Esto es, falta de sentimiento
y de fe, con un estado mental mundano, de modo que tus palabras no eran más que
de labios y no merecías que Dios te escuchara o hiciera caso de ti. Cuando has
caído de rodillas y "dicho tus oraciones" de modo descuidado e
indiferente, hasta el punto que a los cinco minutos, ya no te habrías acordado
de lo que decías.
8. Falta de amor al prójimo. Mira a tus amigos y
parientes, y recuerda cuán poca compasión has sentido por ellos. Has estado a
su lado y visto que se dirigen al infierno, pero, parece que esto no te
preocupa. ¿Cuántos días ha habido en que no has hecho de su condición el tema
de una simple oración sincera, ni has mostrado deseo ardiente por su salvación?
9. Falta de interés por los
paganos. Quizá no te has interesado
en enterarte de su condición; quizá ni aun has leído ninguna revista misionera.
Mira esto y considera si es que te intereses por los paganos, y evalúa la
intensidad de tus sentimientos por ellos y el deseo que tienes de su salvación.
Compara con esto el deseo que tienes de tu propia salvación. ¿Cuánto has dado
para que se les envíe el Evangelio? ¿Te niegas, para mostrar este interés,
satisfacciones superfluas como té, café o tabaco? ¿Te has instalado cómodamente
en tu estilo de vida y no estás dispuesto a pasar el menor inconveniente por
ellos? ¿Oras por ellos en privado? ¿Pones aparte algo para depositar en el
tesoro del Señor, cuando vas a orar? Si no haces esto y tu alma no está en
agonía por los pobres paganos, ¿por qué pretendes ser cristiano en realidad?
¿No está tu profesión marcada por la hipocresía, hasta el punto que es un
insulto para Jesucristo?
10. Descuido de tus deberes
familiares. Piensa en la forma en que has
vivido para tu familia, como has orado, qué ejemplo les has dado. ¿Qué
esfuerzos directos haces habitualmente para su bienestar espiritual? ¿Qué deber
para con ellos es el que no has descuidado?
11. Descuido en vigilar tu
propia vida. En muchos casos te has
apresurado para atender a tus asuntos particulares, y no has dedicado tiempo ni
sinceridad para pasar cuentas con Dios; ¡cuán frecuentemente has descuidado
vigilar tu conducta y, no estando alerta, has pecado delante del mundo, de la
Iglesia y delante de Dios!
12. Descuido en la vigilancia
de tus hermanos. ¿Cuántas veces has quebrantado
el pacto de que vigilarías sobre ellos en el Señor? ¡Cuán poco te preocupas del
estado de sus almas! ¿Qué has hecho para estar en contacto con ellos? ¿Sobre
cuántos te has interesado, para conocer su estado espiritual? ¿Cuántas veces
has visto a tu hermano enfriarse en la religión y no le has animado? Le has
visto empezando a descuidar un deber tras otro y no le has reprendido como
hermano, con amor fraternal. Le has visto caer en pecado y le has dejado. Y
todavía dices que los amas. ¡Qué hipócrita eres! ¿Cómo puedes dejarlos resbalar
sin advertirles? ¿te quedarías indiferente, si algo así ocurriera a tu esposa o
a uno de los tuyos?
13. Descuido de la abnegación, o sea, negarse a uno mismo.
Hay muchos que profesan querer hacerlo todo en religión, en tanto que no se
requiera negarse a sí mismos. Cuando se requiere que hagan algo en que hayan de
negarse a sí mismos ¡ah!, ¡esto es demasiado! Creen que están haciendo mucho
por Dios, y que hacen lo que es razonable pedir, tanto si es todo lo que
pueden, como si no; pero, no están dispuestos a privarse de ninguna comodidad o
conveniencia por poder servir al Señor. No están dispuestos a sufrir reproches
por el nombre de Cristo. Ni a negarse los lujos de la vida, a fin de ayudar a
salvar un mundo que se dirige al infierno. Se hallan tan lejos de saber que la
abnegación es una condición del discipulado que no tienen idea de lo que es
negarse a sí mismos. No se han negado ni aun un alfiler por Cristo y por el
Evangelio. Están dando de su abundancia, y dan mucho, y son prontos en quejarse
de que otros no dan más; cuando en verdad, no dan nada de lo que necesitan,
algo de lo que hubieran podido disfrutar aunque lo hubieran retenido. Sólo dan
lo que les sobra de su riqueza; y quizá la pobre mujer que pone un centavo en
la colecta ha ejercido más abnegación que ellos, que han dado millares.
Vamos ahora a ocuparnos de los
pecados de comisión.
14. Mundanalidad. ¿Cuál es el estado de tu
corazón con relación a las posesiones mundanas? ¿Las has considerado como
tuyas, como si tuvieras derecho a poseerlas en calidad de propias, según tu
voluntad? Si ha sido y es así, escríbelo. Si has amado la propiedad, y la has
buscado por lo que es en sí, para satisfacer tu ambición, tu espíritu mundano,
o para acumularlo para tu familia, has pecado y has de arrepentirte.
15. Orgullo. Recuerda los casos en que te has descubierto en
ti mismo la práctica del orgullo. La vanidad es una forma especial de orgullo.
¿Cuántas veces te has descubierto en consulta con la vanidad sobre tu vestido y
apariencia? ¿Cuántas veces has pensado más y te has preocupado más de pasar
tiempo decorando tu cuerpo para ir a la iglesia que en preparar tu corazón para
el culto a Dios? ¿Te has interesado más en tu apariencia externa, en el aspecto
del hombre mortal, que en tu alma, o sea ver cómo aparece a la vista de Dios,
que escudriña el corazón?.
*16. Envidia. Mira
los casos en que has sentido envidia de los que están por encima de ti en algún
aspecto. O quizá has envidiado a los que tienen más talento o son más útiles
que tú. ¿No has envidiado a algunos, y has sufrido cuando oíste a otros que los
elogiaban? ¿Ha sido más agradable para ti pensar en sus faltas que en sus
virtudes, en sus fracasos que en sus éxitos? Sé sincero contigo mismo; y si has
albergado este espíritu del infierno, arrepiéntete profundamente delante de
Dios, pues de lo contrario no se te perdonará.
17. Criticas y censuras. Piensa en casos en que has mostrado un espíritu
acerbo en que has hablado de otros cristianos en formas en que no había caridad
ni amor; o falta de amor, que siempre requiere que esperes lo mejor en todo
caso posible, y que interpretes de la mejor manera posible toda conducta
dudosa.
18. Calumnia. ¿Hay ocasiones en que has hablado de las faltas
de otros, reales o supuestas, a su espalda; has hablado de miembros de la
Iglesia y otros sin necesidad, y sin ninguna razón buena? Esto es calumniar. No
tienes por qué mentir para calumniar; el decir la verdad con la intención de
perjudicar ya es calumniar.
19. Ligereza y frivolidad. ¿Con cuánta frecuencia has dado muestras de
ligereza ante Dios, cosa que no te habrías permitido en la presencia de un
soberano de la tierra. Te has portado como un ateo, pues te has olvidado de que
hay un Dios, o le has mostrado menos respeto a El, en su presencia, del que
habrías tenido por un juez de la tierra.
20. Mentir. Has de entender Io que es
mentir. Mentir es todo intento de engañar; si no hay este intento no es
mentira. Pero si dices algo con la intención de desviar de la pura verdad, es
una mentira. No las llames con otras palabras. Para Dios son MENTIRAS, y tú
eres culpable de MENTIR, y no trates de disimularlo. ¡Cuántas falsedades se
cometen en los negocios, en el trato social, con palabras, aspectos y acciones
que están calculados para causar una cierta impresión en otros, por razones
egoístas!
21. Engaños y trampas. Escribe los casos en que has
hecho algo a otro que no te habría gustado que te lo hicieran a ti. Esto es
engaño. Dios ha dado la regla para este caso: "Todas las cosas que quieras
que los hombres te hagan a ti, esto es Io que debes hacer a ellos." Si no
Io has hecho has faltado. La regla no es que deberías hacer "todo lo que
razonablemente puedes esperar que hagan para ti", porque esta regla podría
admitir un cierto grado de maldad. La regla es: "Que tú quisieras que
hicieran a ti."
22. Hipocresía. Por ejemplo, en tus oraciones y confesiones a
Dios. Piensa en las oraciones pidiendo cosas que no quieres en realidad. Y la
evidencia es que cuando has terminado de orar, no podrías decir por qué has
orado. ¿Cuántas veces has confesado pecados de los que no tenías intención de
apartarte, y que no tenías el solemne propósito de no repetirlos? Sí, has
confesado pecados que piensas repetir, y ¡seguir viviendo!
23. Robar a Dios. Aquí entra el tiempo perdido,
pasando las horas que Dios te ha dado para servirle y salvar almas, en
diversiones vanas y conversación tonta, viendo novelas o no haciendo nada;
casos en que has aplicado mal tus talentos y capacidades mentales, en que has
despilfarrado dinero en concupiscencias, o cosas que no necesitabas, y que no
contribuyen a tu salud, bienestar o utilidad. Quizá dinero para alcohol o cigarrillo.,
pero deseo que no uses este verdadero veneno, el tabaco.
24. Mal humor. Quizá hayas faltado a tu
esposa, hijos, resto de la familia, criados o vecinos. Pon todo esto en el
papel.
25. Impedir a otros que sean
útiles. Quizá has debilitado su
influencia con insinuaciones contra ellos. No sólo has privado a Dios de sus
talentos, sino que has atado las manos de otro. Que mal siervo es aquel que no
sólo deja de hacer él lo que debe sino que, además, impide a los otros que lo
hagan. Esto es el quitarles el tiempo; destruir su confianza en Cristo. Con
ello te has puesto en las manos de Satanás, holgazaneando e impidiendo trabajar
a otros
Si has cometido una falta contra un individuo, y te es posible, por
hallarse él cerca, ve y se lo confiesas. Si está distante, escríbele. Si has
defraudado a alguien, envíale el dinero con los intereses.
Haz todo esto ahora, no lo aplaces; esto lo empeoraría todo. Confiesa
tus pecados a Dios, si los has cometido contra Dios, y a los hombres si los has
cometido contra los hombres. No pienses escaparte andando alrededor de estas
piedras de tropiezo. Quítalas. Cuando rotures tu barbecho has de quitar todos
los obstáculos. Pequeñas cosas que te impiden que te sientas en lo religioso de
modo diferente de lo que quisieras. Rotura la tierra, otra vez. No te
desanimes, no dejes de hacerlo porque es difícil; conduce el arado, vuelve los
terrones arriba y abajo, hasta que todo esté blando para recibir la semilla y
rendir fruto a ciento por uno.
26. Cuando hayas terminado, a
conciencia, vuelve a empezar otra vez, como dije, pensando que lo que has escrito
te recordará otras cosas relacionadas con ellas. Y de nuevo, por tercera vez.
Verás que puedes recordar cantidades enormes de cosas, que no te gustaría
recordar en la eternidad. Prepara y repasa esta lista con el mismo cuidado y
solemnidad con que te prepararías para el juicio final.
AI repasar el catálogo de tus pecados asegúrate bien de tu resolución de
hacer una reforma total y ahora. Todo lo que no esté bien, decide al instante
que, con la ayuda y fuerza de Dios, no volverás a hacerlo. No sería de ningún
beneficio examinarse a menos que hagas la decisión de enmendar todo lo que haya
malo en tu corazón, tu temperamento y tu conducta.
Cuando lo hagas, si ves que en tu mente hay aún oscuridad, que no se
hace la luz y que el Espíritu de Dios está apartado de ti, es que no has sido
bastante concienzudo. En el progreso de la obra has de forzarte, poner toda tu
intención en la obra, con la Biblia delante, probando tu corazón. No puedes
esperar que Dios obre un milagro para ti, roturando el barbecho. Sólo lo hará
haciendo tú uso de los medios. Concentra tu atención en tus pecados. No puedes
pensar en ellos mucho tiempo y a conciencia sin ver Io malvado de los mismos y
sentirlo, sentirlo profundamente.
La experiencia demuestra que es beneficioso el repasar la propia
historia de esta manera. Ponte a trabajar en ello; decide que no pararás hasta
que puedas orar. No tendrás nunca el Espíritu de Dios en ti hasta que hayas
desentrañado todo este misterio de iniquidad y presentado tus pecados delante
de Dios. Que este trabajo de arrepentimiento y plena confesión, este
quebrantamiento delante de Dios, tengan lugar y tendrás el espíritu de oración,
en abundancia, a rebosar. La razón por la cual tan pocos cristianos conocen
este espíritu de oración, es porque nunca se han tomado el trabajo de
examinarse debidamente y someter sus corazones de esta forma.
27. No sería de ningún valor el predicarte si tu corazón está
endurecido, en barbecho. El labrador no echa su semilla sobre la roca. No
produciría nada. Por ello entre los que profesan religión hay tan poco fruto;
mucho exterior, pero poco sentimiento. Hay mucha actividad y poca piedad. Si
sigues así en los caminos de Dios, seguirás endureciéndote, las cosas
empeorarán, como la lluvia y la nieve hacen más espesa la costra de un campo en
barbecho y vuelven los terrones más duros.
28. Los que profesan el Cristianismo no deberían estar nunca satisfechos
o esperar un avivamiento, por el mero hecho de despertar de su sueño, jactarse
y hablar mucho, aunque sea a los pecadores. Tienen que empezar roturando su
campo. Una vez hecho esto, para conseguir un modo de sentir más profundo, lo
que hay que hacer es salir y ver a los pecadores camino al infierno y hablar
con ellos y guiar sus almas desorientadas. Entonces recibirás más sentimiento.
Te puedes entusiasmar sin esta roturación; puedes mostrar mucho celo, pero no
durará, y no vas a hacer mella en los pecadores, ni los retendrás. La razón es
que lo harás de modo mecánico sin la debida preparación.
29. Y finalmente, ¿estás dispuesto a roturar tu campo en barbecho? pero
ahora has de roturar el campo. De lo contrario todo lo que me queda por decir
no te será de ninguna utilidad. Más aún, te hará peor, te endurecerá. Si no te
pones a trabajar en esto inmediatamente puedes estar seguro que no tienes
interés en un avivamiento, que has abandonado a tu pastor y le dejas para que
luche solo. Si no lo haces, puedo decirte que has olvidado a Cristo, porque rehúsas
arrepentirte y volver a tus obras del principio, como hacía la iglesia del
Apocalipsis.
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