La resurrección de Cristo en relación con la vida del
creyente
Todos los aspectos de la vida del cristiano dependen
del gran acontecimiento de la resurrección de Cristo, según vemos a
continuación:
A. La justificación: «Jesús, nuestro Señor, el cual fue entregado por nuestras transgresiones y
resucitado para nuestra justificación» (Ro. 4:25); o sea, que la
perfecta justificación que a favor de los hombres consiguió Cristo en Su muerte
expiatoria fue la causa por la que pudo romper los lazos de la muerte y salir a
la vida de resurrección.
B. La salvación: «Si
confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que
Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Ro. 10:9.10), ya que la
resurrección es la consumación de la totalidad de la obra de la Cruz.
C. La regeneración: El apóstol
Pedro escribe: «Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según
su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por
la resurrección de Jesucristo de los muertos» (1 P. 1:3); pues la
resurrección de Cristo es la fuente y el origen de la vida nueva del creyente.
D. El bautismo cristiano, en el cual,
después de haber sido sumergido en el agua, el creyente sube de ella y anuncia
simbólicamente su identificación con la vida de resurrección del Señor
Jesucristo (Col. 2:12; 1 P. 3:21).
E. La vida de fe del creyente fiel, ya que da por
muerto todo lo natural para confiar plenamente en Dios «que levantó de los
muertos a Jesús, Señor nuestro» (véanse los casos típicos de Abraham y Pablo:
Ro. 4:17–24; 2 Co. 1:9).
F. La santificación: El apóstol
Pablo habla del cristiano como identificado con Cristo en Su muerte y en Su
vida gloriosa de resurrección, exhortando a que todos los creyentes consideren
este hecho como la única base de separación del pecado. «Así también
vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús,
Señor nuestro» (Ro. 6).
G. La resurrección de Cristo es el secreto de toda manifestación del
poder divino en el creyente: «… para que sepáis … cual [es] la supereminente grandeza de su poder [de
Dios] para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su
fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos …» (Ef. 1:18–21 y
Fil. 3:10).
H. Nos traslada a las esferas espirituales en solidaridad con Cristo: A los ojos de Dios, lo que Él realizó en la persona
de Su Hijo a favor de los hombres es una realidad desde ahora para nosotros los
creyentes, de tal manera que Pablo declara: «Dios … nos dio vida juntamente con
Cristo … con él nos resucitó, y, asimismo, nos hizo sentar en lugares
celestiales con Cristo Jesús» (Ef. 2:4–6 con Col. 3:14).
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