jueves, 20 de diciembre de 2012


LA ORACIÓN QUE PREVALECE

"La oración eficaz del justo puede mucho." (Santiago 5:16.)

1. Hay dos clases de medios necesarios para fomentar un avivamiento: el uno es influir en los hombres; el otro influir en Dios. La verdad es empleada para influir en de mover a Dios no quiero decir que la mente de Dios se cambie por la oración, o que se cambie su disposición de carácter. Pero la oración produce un cambio tal en nosotros que hace compatible para Dios que haga lo que de otro modo no sería compatible. Cuando un pecador se arrepiente, este estado de sentimiento hace apropiado que Dios le perdone. Dios siempre ha estado dispuesto a perdonarle bajo estas condiciones, de modo que cuando el pecador cambia sus sentimientos y se arrepiente, no se requiere ningún cambio de sentimiento en Dios para perdonarle. Es el arrepentimiento del pecador que hace posible su propio perdón, y es la ocasión para que Dios actúe así.

2. Otros yerran en la dirección opuesta. No que se pueda hacer demasiado énfasis en la oración. Pero pierden de vista el hecho de que la oración, cuando es ofrecida por sí misma, aunque se hiciera para siempre no daría ningún resultado.

Algunos van a sus cuartos solos "para orar" simplemente porque "han de decir sus oraciones". Ha llegado la hora en que tienen el hábito de orar, sea la mañana, el mediodía o cuando sea. Pero, en vez de tener algo que decir, no hay nada definido en su mente, y oran según les vienen las palabras, lo que flota en su imaginación en aquel momento, y cuando han terminado apenas se acuerdan de lo que han dicho. Esto no es oración efectiva.

3. Para orar de modo efectivo has de orar con sumisión a la voluntad de Dios. No confundas la sumisión con la indiferencia. Son muy distintas. Conocí a un individuo que vino a un lugar en que había un avivamiento. El estaba frío, y no entró en el espíritu del mismo, y no tenía espíritu de oración; y cuando oyó que los hermanos oraban como si no se les pudiera negar lo que pedían, se sobresaltó de su atrevimiento, y siguió insistiendo en la importancia de orar con sumisión; cuando era evidente que confundía la sumisión con la indiferencia.

4. Mientras no conocemos la voluntad de Dios, el someterse, sin oración, es tentar a Dios. Quizá, aunque no lo sepamos, el hecho de que ofrezcamos la clase adecuada de oración puede ser lo que da lugar a que cambie el curso de las cosas. En el caso de un amigo impenitente, la importunidad y fervor de tu oración puede muy bien ser lo que le salve del infierno.

5. La oración que prevalece se ofrece hoy día, cuando los cristianos se han enfervorizado hasta un punto de importunidad y santo atrevimiento que cuando miraron hacia atrás después, se asombraron de que se hubieran atrevido a ejercer tal importunidad ante Dios. Y con todo, estas oraciones suyas habían prevalecido y obtenido la bendición. Y muchas de estas personas, con las cuales tengo amistad, se hallan entre las más santas que he conocido.

6. La tentación a motivos egoístas es tan fuerte que hay motivo para temer que las oraciones de muchos padres nunca se han elevado más allá de deseos de ternura paterna o materna. Y ésta es la razón por la que muchas oraciones no han sido contestadas y porque muchos padres piadosos y que oran tienen hijos infieles. Gran parte de la oración para el mundo pagano parece basada sólo en el principio de la simpatía. Hay misioneros, y otros, que insisten casi exclusivamente en los millones de paganos que van al infierno, mientras se dice muy poco de que están deshonrando a Dios.

7. Muchos cristianos llegan a la oración que prevalece por medio de un proceso retardado. Su mente se va llenando gradualmente de ansiedad sobre un objeto, de modo que se dedican a sus quehaceres suspirando sus deseos ante Dios. Como la madre cuyo hijo está enfermo va rondando por la casa suspirando como si su corazón fuera a partirse. Y si es una madre que ora, sus gemidos suben a Dios todo el día. Si sale de la habitación en que está su hijo, su mente sigue todavía allí; y si está durmiendo, sus pensamientos están sobre él, y se despierta sobresaltada en su sueño, pensando que quizá su hijo está muriendo. Toda su mente está absorbida en aquel niño enfermo. Este es el estado de la mente de los cristianos que ofrecen oración que prevalece.

8. El espíritu de aquellos que han estado en aflicción por las almas de otros, me parece a mi, no es diferente de la del apóstol que sufría por las almas, y "deseaba él mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a sus hermanos" (Romanos 9:3). No es distinto tampoco de la del salmista (Salmo 119:53): "El furor se apoderó de mí a causa de los inicuos, que dejan tu ley." (vers. 136): "Ríos de agua descendieron de mis ojos, por los que no guardan tu ley." Ni del profeta Jeremías (4:19): "¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí, no callaré; porque has oído sonido de trompeta, oh, alma mía, pregón de guerra." Y en los capítulos 9:1 y 13:17; y en Isaías 22:4. Leemos de Mardoqueo, cuando vio a su pueblo en peligro de ser destruido con una destrucción eventual (Este 4:1) que "rasgó sus vestidos, se vistió de saco y, cubierto de ceniza, se fue por la ciudad clamando con grande y amargo clamor." ¿Y por qué hemos de pensar que las personas no han de desesperarse cuando no pueden tolerar la consideración de la miseria de aquellos que van a la destrucción eterna?

9. Si quieres orar de modo efectivo, tienes que orar mucho. Se dijo del apóstol Santiago que una vez muerto, hallaron que tenía callos en las rodillas, como las rodillas de un camello, de tanto orar. ¡Ah, éste era el secreto del éxito de estos ministros primitivos! ¡Tenían callos en las rodillas!

10. Si intentas orar de modo efectivo, tienes que ofrecerlo en el nombre de Cristo. No puedes presentarte ante Dios en tu propio nombre. No puedes pedir en tus propios méritos. Pero puedes presentarte en un Nombre que siempre es aceptable. Ya sabemos lo que es usar el nombre de otra persona. Si vamos al banco con un talón firmado por un millonario, puedes sacar el dinero como si Io hiciera él mismo. Pues bien, Jesús te da derecho al uso de su nombre. Y cuando oras en el nombre de Cristo, significa que puedes prevalecer como si fuera El mismo, y recibir tanto como Dios daría a Jesús si fuera El quien lo pidiera. Pero has de orar con fe.

11. Estos fuertes deseos que he descrito son los resultados naturales de gran benevolencia y visión clara, respecto al peligro de los pecadores. Es razonable que sea así. Si las mujeres presentes miraran y vieran que su casa está ardiendo y oyeran los gritos de los que están dentro, se desmayarían de horror y agonía. Y nadie se sorprendería, ni dirían que son tontas o locas, por afligirse de tal manera. Es al contrario: todos se extrañarían si no expresaran sus sentimientos así. ¿Por qué, pues, hay que extrañarse si los cristianos sienten lo que he descrito, cuando ven claramente el estado y el peligro de los pecadores? Los que nunca lo han sentido no conocen lo que es la verdadera benevolencia, y su piedad tiene que ser muy superficial. No quiero juzgar severamente, o hablar sin caridad, pero afirmo que esta piedad es superficial. Esto no es crítica, sino la pura verdad.

12. Cuando los cristianos son llevados a extremos, hacen un esfuerzo desesperado, ponen la carga sobre el Señor Jesucristo y, simplemente, confían en El como si fueran niños. Entonces se sienten aliviados, entonces sienten cómo el alma por la que han estado orando está salvada. La carga ha desaparecido, y Dios parece calmar el alma con una dulce seguridad de que la bendición será concedida. A menudo, después de que un cristiano ha pasado esta lucha, esta agonía en oración, y ha obtenido un alivio así, siente afectos celestiales dulcísimos que salen de él: el alma descansa dulce y gloriosamente en Dios, y "se alegra con gozo inefable y glorioso" (1 Pedro 1:8).

13. Estos dolores de nacimiento por las almas crean también un notable lazo de unión entre los cristianos fervientes y los recién convertidos. Los que se convierten son muy caros a los corazones de los que tuvieron este espíritu de oración por ellos. El sentimiento es como el de una madre por su primer hijo. Pablo lo expresa con gran belleza, cuando dice: "Hijitos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto —se habían vuelto atrás, y sufría la agonía de un padre sobre su hijo vagabundo—, estoy de parto por vosotros otra vez hasta que Cristo sea formado en vosotros. "En un avivamiento he notado con frecuencia de qué manera los que tienen el espíritu de oración aman a los recién convertidos. Ya sé que esto es como si hablara de álgebra a aquellos que no lo han sentido.

14. Otra razón por la que Dios requiere esta clase de oración es que es el único modo en que la Iglesia puede ser preparada debidamente para recibir grandes bendiciones sin ser perjudicada por ellas. Cuando la Iglesia está así postrada en el polvo delante de Dios, y está en la profundidad de la agonía en oración, las bendiciones le hacen bien. Mientras que si recibe la bendición sin esta postración profunda del alma, se envanece y se llena de orgullo. Pero así, aumenta su santidad, su amor y su humildad.

15. El siguiente hecho fue contado por un pastor y yo lo oí. Dijo que en cierta ciudad no había habido ningún avivamiento durante muchos años; la iglesia estaba casi extinguida, la juventud eran todos no convertidos, y la desolación era general. Vivía en una parte retirada de la ciudad un anciano, herrero, el cual tartamudeaba tanto, que era penoso escucharle. Un viernes, estando en su fragua, solo, su mente se conmovió por el estado de la iglesia y los impenitentes. Su agonía era tan grande que se vio llevado a dejar su trabajo, cerrar el taller y pasar la tarde en oración.

Prevaleció, y el sábado llamó al pastor y le dijo que convocara una "reunión". Después de algunas dudas el pastor consintió; le hizo notar, sin embargo, al herrero, que temía que asistirían muy pocos. La reunión iba a celebrarse aquella noche en una casa particular grande. Cuando llegó la noche había más gente reunida de la que cabía en la casa. Todos estuvieron silenciosos un rato hasta que un pecador rompió a llorar, y dijo que si alguien podía orar, que orara por él. Otro siguió, y así sucesivamente uno tras otro hasta que había personas procedentes de todos los barrios de la ciudad que estaban bajo una profunda convicción de pecado. Y lo más notable de todo fue que todos coincidieron en dar la hora en que el anciano estaba orando en su taller como la hora en que fueron convictos de pecado. A esto siguió un poderoso avivamiento. Este anciano tartamudo, pues, prevaleció, y como un príncipe tuvo poder ante Dios.

domingo, 16 de diciembre de 2012

NECESITAMOS AVIVAMIENTO VERDADERO


COMO FOMENTAR UN AVIVAMIENTO

"Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para vosotros barbecho; porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia. ." (Oseas 10:12.)
Un avivamiento consiste en dos partes; por lo que respecta a la Iglesia y lo que respecta a los no salvos. Barbecho es el terreno que ha sido arado pero que se deja sin sembrar, y la próxima temporada de siembra necesita volver a ser ablandado y roturado, para poder recibir el grano.
Si se quiere roturar el barbecho del corazón, hay que empezar examinándolo y notando el estado de la mente y ver dónde estamos. Muchos No prestan atención a su propio corazón, y nunca saben si están prosperando espiritualmente o no; si están ganando terreno o yendo hacia atrás;
EL auto examen consiste en contemplar nuestra vida, considerar nuestras acciones, buscar en el pasado y ver cuál es vuestro verdadero carácter. Hay que repasarlos como el mercader repasa sus libros. La confesión general no basta. Los pecados fueron cometidos uno a uno. EL arrepentimiento de ellos ha de ser hecho uno a uno. Consideremos primero lo que comúnmente se llama pecados de omisión.
1. La ingratitud. Este pecado consiste en recibir bendiciones de Dios sin mostrar gratitud por ellos. ¿Cuántas veces has faltado? Póstrate de rodillas y confiésalos a Dios y pide perdón. El mismo acto de confesión te traerá otros pecados a la memoria. Haz esto tres o cuatro veces y verás el número asombroso de misericordias por las cuales no has dado nunca gracias a Dios.
2. Falta de amor a Dios. Piensa cómo te sentirías agraviado si descubrieras que el afecto de los tuyos, tu esposa, tu marido, tus hijos, flaqueara; si vieras que su mente se desvía de ti y piensan en otra persona. Quizá te sentirías morir de celos. Pues bien, Dios es un Dios celoso; y tú no le has dado todo el corazón, sino que le has ofendido entregando tu corazón a otros amores. ¿No crees haberle ofendido?
3. Descuido de la Biblia. Anota los casos en que quizá durante semanas, o más, no has leído la Palabra de Dios. Algunos, leen capítulos enteros de tal forma que después no pueden ni decir lo que han leído.
4. Incredulidad. Recuerda los casos en que has puesto en duda la veracidad del Dios, pues esto es incredulidad en sus promesas y declaraciones expresas. Dios ha prometido dar el Santo Espíritu a los que se lo pidan. ¿Crees tú esto? ¿Lo has pedido? ¿Has esperado que El te conteste?
5. Descuido de la oración. Piensa en las ocasiones en que has descuidado la oración privada, la oración familiar y las reuniones de oración; o que has orado de tal manera que has agraviado y ofendido a Dios aún más que si no hubieras orado.
6. Descuido de los medios de gracia. Cuando has permitido que, con excusas, tu descuido de asistir a las reuniones quedara justificado en tu mente; cuando has sentido desprecio sobre los medios de salvación meramente por no gozar en el cumplimiento de tus deberes espirituales.
7. La manera en que has ejecutado tus deberes. Esto es, falta de sentimiento y de fe, con un estado mental mundano, de modo que tus palabras no eran más que de labios y no merecías que Dios te escuchara o hiciera caso de ti. Cuando has caído de rodillas y "dicho tus oraciones" de modo descuidado e indiferente, hasta el punto que a los cinco minutos, ya no te habrías acordado de lo que decías.
8. Falta de amor al prójimo. Mira a tus amigos y parientes, y recuerda cuán poca compasión has sentido por ellos. Has estado a su lado y visto que se dirigen al infierno, pero, parece que esto no te preocupa. ¿Cuántos días ha habido en que no has hecho de su condición el tema de una simple oración sincera, ni has mostrado deseo ardiente por su salvación?
9. Falta de interés por los paganos. Quizá no te has interesado en enterarte de su condición; quizá ni aun has leído ninguna revista misionera. Mira esto y considera si es que te intereses por los paganos, y evalúa la intensidad de tus sentimientos por ellos y el deseo que tienes de su salvación. Compara con esto el deseo que tienes de tu propia salvación. ¿Cuánto has dado para que se les envíe el Evangelio? ¿Te niegas, para mostrar este interés, satisfacciones superfluas como té, café o tabaco? ¿Te has instalado cómodamente en tu estilo de vida y no estás dispuesto a pasar el menor inconveniente por ellos? ¿Oras por ellos en privado? ¿Pones aparte algo para depositar en el tesoro del Señor, cuando vas a orar? Si no haces esto y tu alma no está en agonía por los pobres paganos, ¿por qué pretendes ser cristiano en realidad? ¿No está tu profesión marcada por la hipocresía, hasta el punto que es un insulto para Jesucristo?
10. Descuido de tus deberes familiares. Piensa en la forma en que has vivido para tu familia, como has orado, qué ejemplo les has dado. ¿Qué esfuerzos directos haces habitualmente para su bienestar espiritual? ¿Qué deber para con ellos es el que no has descuidado?
11. Descuido en vigilar tu propia vida. En muchos casos te has apresurado para atender a tus asuntos particulares, y no has dedicado tiempo ni sinceridad para pasar cuentas con Dios; ¡cuán frecuentemente has descuidado vigilar tu conducta y, no estando alerta, has pecado delante del mundo, de la Iglesia y delante de Dios!
12. Descuido en la vigilancia de tus hermanos. ¿Cuántas veces has quebrantado el pacto de que vigilarías sobre ellos en el Señor? ¡Cuán poco te preocupas del estado de sus almas! ¿Qué has hecho para estar en contacto con ellos? ¿Sobre cuántos te has interesado, para conocer su estado espiritual? ¿Cuántas veces has visto a tu hermano enfriarse en la religión y no le has animado? Le has visto empezando a descuidar un deber tras otro y no le has reprendido como hermano, con amor fraternal. Le has visto caer en pecado y le has dejado. Y todavía dices que los amas. ¡Qué hipócrita eres! ¿Cómo puedes dejarlos resbalar sin advertirles? ¿te quedarías indiferente, si algo así ocurriera a tu esposa o a uno de los tuyos?
13. Descuido de la abnegación, o sea, negarse a uno mismo. Hay muchos que profesan querer hacerlo todo en religión, en tanto que no se requiera negarse a sí mismos. Cuando se requiere que hagan algo en que hayan de negarse a sí mismos ¡ah!, ¡esto es demasiado! Creen que están haciendo mucho por Dios, y que hacen lo que es razonable pedir, tanto si es todo lo que pueden, como si no; pero, no están dispuestos a privarse de ninguna comodidad o conveniencia por poder servir al Señor. No están dispuestos a sufrir reproches por el nombre de Cristo. Ni a negarse los lujos de la vida, a fin de ayudar a salvar un mundo que se dirige al infierno. Se hallan tan lejos de saber que la abnegación es una condición del discipulado que no tienen idea de lo que es negarse a sí mismos. No se han negado ni aun un alfiler por Cristo y por el Evangelio. Están dando de su abundancia, y dan mucho, y son prontos en quejarse de que otros no dan más; cuando en verdad, no dan nada de lo que necesitan, algo de lo que hubieran podido disfrutar aunque lo hubieran retenido. Sólo dan lo que les sobra de su riqueza; y quizá la pobre mujer que pone un centavo en la colecta ha ejercido más abnegación que ellos, que han dado millares.
Vamos ahora a ocuparnos de los pecados de comisión.
14. Mundanalidad. ¿Cuál es el estado de tu corazón con relación a las posesiones mundanas? ¿Las has considerado como tuyas, como si tuvieras derecho a poseerlas en calidad de propias, según tu voluntad? Si ha sido y es así, escríbelo. Si has amado la propiedad, y la has buscado por lo que es en sí, para satisfacer tu ambición, tu espíritu mundano, o para acumularlo para tu familia, has pecado y has de arrepentirte.
15. Orgullo. Recuerda los casos en que te has descubierto en ti mismo la práctica del orgullo. La vanidad es una forma especial de orgullo. ¿Cuántas veces te has descubierto en consulta con la vanidad sobre tu vestido y apariencia? ¿Cuántas veces has pensado más y te has preocupado más de pasar tiempo decorando tu cuerpo para ir a la iglesia que en preparar tu corazón para el culto a Dios? ¿Te has interesado más en tu apariencia externa, en el aspecto del hombre mortal, que en tu alma, o sea ver cómo aparece a la vista de Dios, que escudriña el corazón?.
*16. Envidia. Mira los casos en que has sentido envidia de los que están por encima de ti en algún aspecto. O quizá has envidiado a los que tienen más talento o son más útiles que tú. ¿No has envidiado a algunos, y has sufrido cuando oíste a otros que los elogiaban? ¿Ha sido más agradable para ti pensar en sus faltas que en sus virtudes, en sus fracasos que en sus éxitos? Sé sincero contigo mismo; y si has albergado este espíritu del infierno, arrepiéntete profundamente delante de Dios, pues de lo contrario no se te perdonará.
17. Criticas y censuras. Piensa en casos en que has mostrado un espíritu acerbo en que has hablado de otros cristianos en formas en que no había caridad ni amor; o falta de amor, que siempre requiere que esperes lo mejor en todo caso posible, y que interpretes de la mejor manera posible toda conducta dudosa.
18. Calumnia. ¿Hay ocasiones en que has hablado de las faltas de otros, reales o supuestas, a su espalda; has hablado de miembros de la Iglesia y otros sin necesidad, y sin ninguna razón buena? Esto es calumniar. No tienes por qué mentir para calumniar; el decir la verdad con la intención de perjudicar ya es calumniar.
19. Ligereza y frivolidad. ¿Con cuánta frecuencia has dado muestras de ligereza ante Dios, cosa que no te habrías permitido en la presencia de un soberano de la tierra. Te has portado como un ateo, pues te has olvidado de que hay un Dios, o le has mostrado menos respeto a El, en su presencia, del que habrías tenido por un juez de la tierra.
20. Mentir. Has de entender Io que es mentir. Mentir es todo intento de engañar; si no hay este intento no es mentira. Pero si dices algo con la intención de desviar de la pura verdad, es una mentira. No las llames con otras palabras. Para Dios son MENTIRAS, y tú eres culpable de MENTIR, y no trates de disimularlo. ¡Cuántas falsedades se cometen en los negocios, en el trato social, con palabras, aspectos y acciones que están calculados para causar una cierta impresión en otros, por razones egoístas!
21. Engaños y trampas. Escribe los casos en que has hecho algo a otro que no te habría gustado que te lo hicieran a ti. Esto es engaño. Dios ha dado la regla para este caso: "Todas las cosas que quieras que los hombres te hagan a ti, esto es Io que debes hacer a ellos." Si no Io has hecho has faltado. La regla no es que deberías hacer "todo lo que razonablemente puedes esperar que hagan para ti", porque esta regla podría admitir un cierto grado de maldad. La regla es: "Que tú quisieras que hicieran a ti."
22. Hipocresía. Por ejemplo, en tus oraciones y confesiones a Dios. Piensa en las oraciones pidiendo cosas que no quieres en realidad. Y la evidencia es que cuando has terminado de orar, no podrías decir por qué has orado. ¿Cuántas veces has confesado pecados de los que no tenías intención de apartarte, y que no tenías el solemne propósito de no repetirlos? Sí, has confesado pecados que piensas repetir, y ¡seguir viviendo!
23. Robar a Dios. Aquí entra el tiempo perdido, pasando las horas que Dios te ha dado para servirle y salvar almas, en diversiones vanas y conversación tonta, viendo novelas o no haciendo nada; casos en que has aplicado mal tus talentos y capacidades mentales, en que has despilfarrado dinero en concupiscencias, o cosas que no necesitabas, y que no contribuyen a tu salud, bienestar o utilidad. Quizá dinero para alcohol o cigarrillo., pero deseo que no uses este verdadero veneno, el tabaco.
24. Mal humor. Quizá hayas faltado a tu esposa, hijos, resto de la familia, criados o vecinos. Pon todo esto en el papel.
25. Impedir a otros que sean útiles. Quizá has debilitado su influencia con insinuaciones contra ellos. No sólo has privado a Dios de sus talentos, sino que has atado las manos de otro. Que mal siervo es aquel que no sólo deja de hacer él lo que debe sino que, además, impide a los otros que lo hagan. Esto es el quitarles el tiempo; destruir su confianza en Cristo. Con ello te has puesto en las manos de Satanás, holgazaneando e impidiendo trabajar a otros
Si has cometido una falta contra un individuo, y te es posible, por hallarse él cerca, ve y se lo confiesas. Si está distante, escríbele. Si has defraudado a alguien, envíale el dinero con los intereses.
Haz todo esto ahora, no lo aplaces; esto lo empeoraría todo. Confiesa tus pecados a Dios, si los has cometido contra Dios, y a los hombres si los has cometido contra los hombres. No pienses escaparte andando alrededor de estas piedras de tropiezo. Quítalas. Cuando rotures tu barbecho has de quitar todos los obstáculos. Pequeñas cosas que te impiden que te sientas en lo religioso de modo diferente de lo que quisieras. Rotura la tierra, otra vez. No te desanimes, no dejes de hacerlo porque es difícil; conduce el arado, vuelve los terrones arriba y abajo, hasta que todo esté blando para recibir la semilla y rendir fruto a ciento por uno.
26. Cuando hayas terminado, a conciencia, vuelve a empezar otra vez, como dije, pensando que lo que has escrito te recordará otras cosas relacionadas con ellas. Y de nuevo, por tercera vez. Verás que puedes recordar cantidades enormes de cosas, que no te gustaría recordar en la eternidad. Prepara y repasa esta lista con el mismo cuidado y solemnidad con que te prepararías para el juicio final.
AI repasar el catálogo de tus pecados asegúrate bien de tu resolución de hacer una reforma total y ahora. Todo lo que no esté bien, decide al instante que, con la ayuda y fuerza de Dios, no volverás a hacerlo. No sería de ningún beneficio examinarse a menos que hagas la decisión de enmendar todo lo que haya malo en tu corazón, tu temperamento y tu conducta.
Cuando lo hagas, si ves que en tu mente hay aún oscuridad, que no se hace la luz y que el Espíritu de Dios está apartado de ti, es que no has sido bastante concienzudo. En el progreso de la obra has de forzarte, poner toda tu intención en la obra, con la Biblia delante, probando tu corazón. No puedes esperar que Dios obre un milagro para ti, roturando el barbecho. Sólo lo hará haciendo tú uso de los medios. Concentra tu atención en tus pecados. No puedes pensar en ellos mucho tiempo y a conciencia sin ver Io malvado de los mismos y sentirlo, sentirlo profundamente.
La experiencia demuestra que es beneficioso el repasar la propia historia de esta manera. Ponte a trabajar en ello; decide que no pararás hasta que puedas orar. No tendrás nunca el Espíritu de Dios en ti hasta que hayas desentrañado todo este misterio de iniquidad y presentado tus pecados delante de Dios. Que este trabajo de arrepentimiento y plena confesión, este quebrantamiento delante de Dios, tengan lugar y tendrás el espíritu de oración, en abundancia, a rebosar. La razón por la cual tan pocos cristianos conocen este espíritu de oración, es porque nunca se han tomado el trabajo de examinarse debidamente y someter sus corazones de esta forma.
27. No sería de ningún valor el predicarte si tu corazón está endurecido, en barbecho. El labrador no echa su semilla sobre la roca. No produciría nada. Por ello entre los que profesan religión hay tan poco fruto; mucho exterior, pero poco sentimiento. Hay mucha actividad y poca piedad. Si sigues así en los caminos de Dios, seguirás endureciéndote, las cosas empeorarán, como la lluvia y la nieve hacen más espesa la costra de un campo en barbecho y vuelven los terrones más duros.
28. Los que profesan el Cristianismo no deberían estar nunca satisfechos o esperar un avivamiento, por el mero hecho de despertar de su sueño, jactarse y hablar mucho, aunque sea a los pecadores. Tienen que empezar roturando su campo. Una vez hecho esto, para conseguir un modo de sentir más profundo, lo que hay que hacer es salir y ver a los pecadores camino al infierno y hablar con ellos y guiar sus almas desorientadas. Entonces recibirás más sentimiento. Te puedes entusiasmar sin esta roturación; puedes mostrar mucho celo, pero no durará, y no vas a hacer mella en los pecadores, ni los retendrás. La razón es que lo harás de modo mecánico sin la debida preparación.
29. Y finalmente, ¿estás dispuesto a roturar tu campo en barbecho? pero ahora has de roturar el campo. De lo contrario todo lo que me queda por decir no te será de ninguna utilidad. Más aún, te hará peor, te endurecerá. Si no te pones a trabajar en esto inmediatamente puedes estar seguro que no tienes interés en un avivamiento, que has abandonado a tu pastor y le dejas para que luche solo. Si no lo haces, puedo decirte que has olvidado a Cristo, porque rehúsas arrepentirte y volver a tus obras del principio, como hacía la iglesia del Apocalipsis.